- ¿Una rosa para el ojal, caballero?
La voz de la niña me obliga a levantar la mirada desde el fondo de mi taza de café. Avenida Suecia, la pequeña calle con ínfulas de avenida, es un hervidero de adolescentes aparentando adultez, y de adultos rogando por la adolescencia perdida. Un buen número de restoranes, discotecas y pubs le han dado fama de zona de diversión nocturna, pero bajo las luces de neón, las risas y la música estridente subyace el mundo del cual proviene ésta pequeña florista.
- ¿Cuanto cuestan? – Pregunto, sin interés real, sólo para que la niña permanezca un momento más a mi lado y poder verla bien.
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