sábado, 6 de enero de 2007

Micaela



-¿Si pudieras escoger, de qué forma preferirías morir?


Me ha costado mucho recordar ahora como fue que llegamos al momento en que Micaela, la anciana que conocí en el parque hace una semana, me hizo esa pregunta. Paseaba yo aquella tarde de otoño por el parque cercano a mi casa, como usualmente lo hago al retornar de la oficina. Con ese breve paseo procuro botar las tensiones propias de mi trabajo, y de esa forma llegar de mejor ánimo a mi hogar.


Aquel día, Micaela estaba sentada en el borde de la pileta, al centro de la plaza. Mecía displicentemente su mano sobre el agua, mojando apenas sus largos y resecos dedos. Me quedé mirándola porque me pareció que en realidad estaba escribiendo en ella.

-¿Qué escribe, abuelita?- Le pregunté con una sonrisa. Me sorprendieron sus ojos profundamente celestes, increíblemente vivaces y juveniles en ese rostro plagado de arrugas. –Mis deseos, hijo. Mis deseos y sueños. Sólo en el agua puedo escribirlos.



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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bonito lo que escribes. Veo que nadie se anima a dejarte un comentario. Te felicito, más que nada por la valentía de publicar algo propio. No soy una entendida en el tema, ni mucho menos, pero me gusta la forma. Algunos textos que tienes publicados me parecen un tanto evidentes en cuanto a los lugares comunes (muy evidentes para mi gusto), pero quizás sea por que, como mencionas, tu fuente es básicamente el leer, leer y leer; y los que leemos, leemos, leemos, identificamos y usamos aquellos lugares comunes que nos llaman la atención, o que nos gustaría poder explorar mejor. En fin, creí que sería una mezquinidad leer tus creaciones y pasar sin dejar rastro. Como te decía, felicitaciones y sigue avanzando.

Marco Rauch dijo...

Gracias por comentar, Tisifone.

Obviamente, los lugares comunes son una de las lacras contra las que cualquier escritor debe luchar, pero como indicas, algunos son demasiado pregnantes o simplemente muy atractivos como para rehuir de ellos.

Nos leemos.