Nos amábamos, no tanto por ser hermanos como por ser distintos. Son cuatro años de diferencia entre Lucio, mi hermano menor, y yo; pero las diferencias recién comienzan ahí. Lucio es delgado y de piel morena, muy velludo, como papá, yo soy más robusto y más bajo, de tez blanca y lampiño, como mamá. Lucio siempre fue el intrépido, el atrevido y montaraz, yo en cambio, el medido, el calmo y cauteloso. Lucio se bebió la vida mucho más de prisa. Era padre de cuatro hijos el día en que yo me casé. Sus trabajos siempre fueron de fuerza y riesgo; los míos de intelecto y seguridad.
sábado, 6 de enero de 2007
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