domingo, 7 de enero de 2007

Sangre, Sudor y Lágrimas - Cuentos con Cuento



Sangre, sudor y lágrimas; las palabras de Winston Churchill siempre me rondaron desde la primera vez que supe de ellas.
Y este mi blog de cuentos me pareció la ocasión propicia para utilizarlas.

En estos cuentos encontrarán precisamente eso: sangre, sudor y lágrimas. Pero no tan sólo porque en ellos se tratan temas crueles, arduos y que buscan emocionar, sino porque su elaboración ha sido difícil casi hasta lo imposible. Son años de plasmar ideas en el papel, son años de sueños incumplidos, de esperanzas, de angustias y desazón. Creo que lo que estoy haciendo ahora es exorcizar algo, un sino, una promesa o un castigo.

He filtrado, corregido y seleccionado mucho de lo que originalmente escribí. Mi formación es enteramente autodidacta y mis fuentes de inspiración y modelos son múltiples, siempre desde la fuente de leer, leer y leer.

El subtítulo de este trabajo es “Cuentos con cuento”, básicamente porque pretendo mostrar algo de la historia que existe bajo cada una de estas narraciones, su génesis, su significado en el momento en que fueron escritas. Espero con ello suplir en algo el tiempo en que permanecí oculto, con miedo a publicar, con miedo a que me conociera el público y la critica.

El miedo ha sido vencido gracias al impulso de muchos lectores anónimos, ya que los textos fueron publicados inicialmente como aportes sujetos a la crítica de varios talleres literarios, tanto de presencia, como por Internet.

Si consigo de mis nuevos lectores alguna emoción, algún nexo con las ideas presentadas, o simplemente algún nuevo comentario, me sentiré plenamente satisfecho, y habré exorcizado definitivamente el miedo de darme a conocer.



Ya puedes comprar este libro completo en ...

Support independent publishing: buy this book on Lulu.

sábado, 6 de enero de 2007

El Coleccionista de Piedras



Había una vez un coleccionista de piedras. Llevaba años coleccionándolas, por lo que había reunido un pasmoso conjunto de conocimientos sobre las piedras. Cuando se debía construir el empedrado de algún camino, o reparar una torre, se le consultaba por cual era la piedra adecuada para ello. Los ricos de la ciudad acostumbraban a invitarlo a sus palacios, con el fin de que alabara la calidad de los mármoles y piedras con las que decoraban sus salones y habitaciones. Cuando se quería ridiculizar a algún nuevo rico recién llegado, invitaban al coleccionista para que pusiera en evidencia la poca clase, el poco gusto que el dueño de casa había tenido al combinar inadecuadamente las piedras en la ornamentación.


Cierto día, el coleccionista de piedras caminaba por una de las avenidas centrales del pueblo, cuando observó a un hombre, pobremente vestido, que arrancaba algunas de las piedras que componían la calzada. Indignado, lo golpeó con su bastón y le dijo: - "¡Deténte! ¿Por qué haces esto? Estas finas piedras han sido especialmente trabajadas y escogidas, según mis instrucciones, para formar parte de éste camino. ¿Con qué derecho las quitas?"


Compra ahora el texto completo en:

Support independent publishing: buy this book on Lulu.


La Doma



Genaro se despertó temprano, como todos los días, pero esta vez tenía un motivo muy especial. El trabajo en el fundo siempre comenzaba antes de que clareara, por lo que la costumbre hacía que no fuera especial para él la salida del sol en el campo. Sin embargo, hoy tenía media mañana libre, por orden del patrón, y su pecho se llenó del aire matinal, ansioso por lo que se avecinaba. Se dio el gusto de asearse en el riachuelo cercano, con menos prisa que de costumbre. El mate lo bebió dando trancos largos y pausados en los alrededores de la casa que ocupaba como parte del inquilinaje.

Los primeros rayos del sol lo sorprendieron ascendiendo la suave loma que lo conducía a los corrales. Por entre la hierba brotaban los saltamontes por cientos a cada paso, simulando salpicaduras de un mar verde y oro. La niebla vestía los cerros lejanos con faldones de novia, y el cielo se pintaba de ese azul tan intenso en los cielos de verano del campo chileno.

Se diría que la yegua blanca lo esperaba. Ya antes de verlo subir la loma el animal estaba inquieto y se paseaba en el corral haciendo grandes círculos. En el momento en que lo vio venir, se quedó quieta mirándole, y no varió su postura ni aún cuando el muchacho entró al corral para comenzar la faena.

Su patrón, don Arturo, tenía a "Camelia" hace tiempo entre los cientos de caballares del fundo, originalmente con propósitos de monta para obtener crías; sin embargo, el carácter increíblemente arisco del animal hizo imposible que alguno de los garañones que la pretendieron lograra su objetivo.

Sólo el romanticismo de don Arturo salvó a "Camelia" de un destino más aciago, ya que no sirviendo para cruzarla, ni aceptando monta o yugo alguno, era un bien totalmente desechable para el trabajo campesino. De no tener esa estampa altanera, esa fuerza muscular que se adivinaba con sólo verla y esos ojos brillantes que miraban fijo, fácilmente pudo haber terminado vendida o hecha charqui hace ya tiempo.

Genaro le ofreció a su patrón comprarle el animal, pagando con parte de su sueldo el importe. Se había demorado dos años en lograrlo, pero ese era el día en que "Camelia" cambiaría de dueño.

La yegua no hizo amago de alejarse cuando Genaro le pasó el cabestro por el hocico, ni cuando procedió a cepillar el lomo plateado como quien prepara una ceremonia casi litúrgica.


Compra ahora el libro completo en:

Support independent publishing: buy this book on Lulu.


Palabras Mágicas


Ramiro Mendoza acarició con gesto juguetón la cabeza de su hija mientras concluía: -Y de ese modo, todos los habitantes de Pueblo Oscuro comenzaron a usar las palabras mágicas, trayendo luz y alegría por doquier. El pueblo pasó a llamarse desde entonces Villa Arcoiris. Y colorín, colorado...

-Este cuento ha terminado!- dijo Emilia, con los ojitos brillantes de felicidad, terminando así el cuento que su padre le contaba, como todas las noches.

La niña se acurrucó bajo las sábanas y Ramiro terminó de arroparla, poniendo un beso en su frente y el roce de un “beso esquimal” en su nariz. –Que descanses, amor. Emilia le respondió con esa dulce vocecilla que provenía del comienzo del sueño: -Tu también, papi. Hasta mañana.

El lazo afectivo entre Emilia y Ramiro se había acrecentado desde la muerte de Eleonora, la madre. Padre e hija habían construido un muro infranqueable contra el dolor de los recuerdos, levantando ladrillo a ladrillo la protección que permitiera recuperar ese amor herido en su mismo centro.

El cuento de las palabras mágicas era el favorito de Emilia, principalmente porque era un invento de Ramiro, lo que le permitía a éste improvisar sobre la marcha e incorporar variables que lo hacían siempre divertido y novedoso. El corazón del cuento era aquella Hada Madrina que llegaba a Pueblo Oscuro, trayendo en su bolsito un conjunto de palabras capaces de abrir todas las puertas y superar todos los obstáculos.

De tanto repetir el cuento, Ramiro se sorprendió una mañana en el autobús que le llevaba al trabajo, por un gesto involuntario que le traería grandes sorpresas.





Compra ahora el libro completo en:

Support independent publishing: buy this book on Lulu.


Clara




Clara, como su nombre tenía la piel. Azules y de hielo los ojos, y la lengua más hiriente de todo el pueblo de Linares, Chile, allá por los años 40 del siglo pasado. Su herencia española se adivinaba en su garbo al caminar, su porte enhiesto aún pasados los sesenta años, y esa alegría agresiva que se le escapaba por todos los poros en cualquier animada tertulia social. Dicha alegría se vio disminuida un tanto al enviudar, pero renació con fuerza una vez cumplido el periodo de luto tradicional.

Nunca pudo acostumbrarse a vivir rodeada de tanto chileno; “indiecitos”, les llamaba. Diecisiete hijas parió en Chile, y a las diecisiete planeó casar bien. - ¡Que ninguna de sus hijas osara siquiera posar los ojos en un chileno, por amor de Dios!- solía decir. Una a una, cumplieron sus órdenes formando pareja con lo más granado de la sociedad linarense de esos años. Los apellidos vinosos, de origen vasco preferentemente, fueron ligándose al ya frondoso árbol familiar. Una a una fue cumpliendo el ritual, excepto la última, Zarina.


Compra ahora el libro completo en:

Support independent publishing: buy this book on Lulu.


Micaela



-¿Si pudieras escoger, de qué forma preferirías morir?


Me ha costado mucho recordar ahora como fue que llegamos al momento en que Micaela, la anciana que conocí en el parque hace una semana, me hizo esa pregunta. Paseaba yo aquella tarde de otoño por el parque cercano a mi casa, como usualmente lo hago al retornar de la oficina. Con ese breve paseo procuro botar las tensiones propias de mi trabajo, y de esa forma llegar de mejor ánimo a mi hogar.


Aquel día, Micaela estaba sentada en el borde de la pileta, al centro de la plaza. Mecía displicentemente su mano sobre el agua, mojando apenas sus largos y resecos dedos. Me quedé mirándola porque me pareció que en realidad estaba escribiendo en ella.

-¿Qué escribe, abuelita?- Le pregunté con una sonrisa. Me sorprendieron sus ojos profundamente celestes, increíblemente vivaces y juveniles en ese rostro plagado de arrugas. –Mis deseos, hijo. Mis deseos y sueños. Sólo en el agua puedo escribirlos.



Compra ahora el libro completo en:

Support independent publishing: buy this book on Lulu.


El Sonido del Amor


El mismo día en que Jeremías Abastero cumplió sus 87 años, dejó de oír totalmente. Casi nueve meses antes había notado el comienzo de su pérdida auditiva, cuando no sintió desde su habitación el silbido de la tetera donde su esposa Albertina preparaba, como cada día de esos 60 años de matrimonio, el agua para hervir el té del desayuno que compartirían. No se alarmó mucho en aquel momento, ya que no se podía esperar que aquella salud de hierro de la que hacía gala le acompañara hasta el fin de sus días. –“Algún achaque tenía que venir”- se consoló entonces.

Sin embargo, la sordera fue ganando espacios cada vez mayores, tiñendo de angustia su mirada, y volviéndolo más introvertido conforme desaparecían los sonidos alrededor. Luego vino el canto del gallo, que se hizo inútil como despertador campestre. Tampoco hizo mucho asunto de ello, por cuanto siempre tuvo el beso con que Albertina lo saludaba al despertar. Nunca le faltó ese dulce beso, que cuando jóvenes solía ser preámbulo de un encuentro sexual remolón, juguetón y tierno. Con la llegada de los hijos vino entonces el asalto de las criaturas a su cama matrimonial, lo que junto a la presión por llegar temprano al trabajo disminuyó la frecuencia de aquellos dulces momentos de amanecida. Y sin embargo la mirada con que Albertina acompañaba a ese primer beso siempre fue la misma: honesta, profunda y de entrega absoluta, sin importar la cantidad de arrugas que fueran enmarcando sus ojos.


Compra ahora el libro completo en:

Support independent publishing: buy this book on Lulu.

A Quince La Docena




- ¿Una rosa para el ojal, caballero?

La voz de la niña me obliga a levantar la mirada desde el fondo de mi taza de café. Avenida Suecia, la pequeña calle con ínfulas de avenida, es un hervidero de adolescentes aparentando adultez, y de adultos rogando por la adolescencia perdida. Un buen número de restoranes, discotecas y pubs le han dado fama de zona de diversión nocturna, pero bajo las luces de neón, las risas y la música estridente subyace el mundo del cual proviene ésta pequeña florista.

- ¿Cuanto cuestan? – Pregunto, sin interés real, sólo para que la niña permanezca un momento más a mi lado y poder verla bien.


Puedes comprar el libro completo en:

Support independent publishing: buy this book on Lulu.

La Broma


Nos amábamos, no tanto por ser hermanos como por ser distintos. Son cuatro años de diferencia entre Lucio, mi hermano menor, y yo; pero las diferencias recién comienzan ahí. Lucio es delgado y de piel morena, muy velludo, como papá, yo soy más robusto y más bajo, de tez blanca y lampiño, como mamá. Lucio siempre fue el intrépido, el atrevido y montaraz, yo en cambio, el medido, el calmo y cauteloso. Lucio se bebió la vida mucho más de prisa. Era padre de cuatro hijos el día en que yo me casé. Sus trabajos siempre fueron de fuerza y riesgo; los míos de intelecto y seguridad.


puedes comprar el libro completo en ...

Support independent publishing: buy this book on Lulu.

Misericordia


El anciano duerme entre eructos de alcohol, ruidos intestinos y olores nauseabundos. Mi corazón se aprieta en tanto me acerco más y aparto la nube de moscas a su alrededor. Deposito la pequeña cacerola humeante y olorosa, el pan, cuchara y servilletas en el piso y me detengo a contemplar al viejo. En su rostro se descubren llagas y escoriaciones, lo mismo en sus manos sucias terminadas en uñas negras. Una lágrima rebelde cae por la sucia mejilla y caracolea entre su barba grasienta. A simple vista, se observan piojos entre la mata de cabellos que ralea bajo el mugriento remedo de sombrero que usa. La abigarrada mezcla de prendas que le cubre despide el mismo nauseabundo olor de su cuerpo, olor que como una sombra pegajosa se prende a mi traje.


Puedes comprar el libro completo en:

Support independent publishing: buy this book on Lulu.